"La Barraca del Zurdo" en el Teatro Central

Cosas que no me gustan de "La Barraca del Zurdo" -nueva producción de Laví e Bel con texto y dirección de Emilio Goyanes- y que hacen que resople y resople. Los clichés. Esta es una historia que se pasa de clichés, a saber: el artista de izquierdas comprometido, buenísima persona, una joven fina de familia bien que lo deja todo por él, se casan, se hacen sus Misiones pedagógicas, se hacen su guerra civil actuando en el frente y el Madrid sitiado, se exilian, se quieren mucho todo el rato, y los hijos que van teniendo, buenísimos todos, revolucionarios, no se sabe muy bien de qué, si libertarios, socialistas, comunistas -esto estaría bien saberlo porque la gente se confunde y no era lo mismo-. Y quieren volver a España todo el rato pero no lo harán hasta que en el 83 ganen los socialistas las elecciones y vuelven muy viejitos y se mueren. Personalmente me encantan los cuentos y esto se podría tomar como un cuento pero es que los cuentos, en su aparente simplicidad son muy complejos, manejan una simbología muy precisa que remite directamente a un fabulario común y cultural. "La barraca del zurdo" sin embargo pasa de puntillas por todo lo que hay de complejo y fascinante en la vida de los cómicos que lucharon y se vieron, por compromiso o coacción, obligados a dejar su país. La historia que cuenta -no se engañe nadie- no es la historia del siglo xx ni la de esos cómicos. Demasiadas buenas intenciones que no sirven para contar nada. La superficialidad de la historia y de los caracteres es tal que me parece un milagro que los cuatro actores que levantan esa función cada noche no griten:¡no puedo! El sentimentalismo es de lo más barato e intentar vender toda esta historia como hechos reales -sea como sea, el asunto es la calidad de la historia- una campaña de despiste con una dirección que apunta a la emotividad y no a la inteligencia. Algo de muy mal gusto. Las imágenes proyectadas, finalmente, de los republicanos que huían de los traidores, es un ejemplo más de recurso mal empleado. Muchas trampas sin sentido. Imágenes tan dramáticas no pueden servir de transición ni de lagrimita, es un asunto de respeto. El día que fui además las proyecciones se vieron afectadas por un problema técnico y en la pantalla se vio la marca del ordenador, hay que estar más concentrado. Por otro lado tenemos la música que tiende también a una popularidad mal entendida, con arreglos de comparsa y melodías suaves, muy poco del género, francamente.
Así que poca sangre, poco alcohol, poco cachondeo, poca tosquedad, poca brutalidad, poca provocación, poca hambre, poca crisis, con la que está cayendo, poco de todo y demasiada propaganda. Así he sentido el argumento y la ideología subyacente a la historia. Ahora bien, hay aspectos de calidad en este espectáculo, ante todo las cuatro actuaciones de Larisa Ramos -que sufrió problemas de sonorización, lástima-, Nerea Cordero, Piñaki Gómez y Antonio Leiva. El reparto de esta obra mantiene el ritmo del espectáculo y han asimilado y proyectado el mejor dibujo de los treinta y pico personajes que asumen en la hora y media. Tienen unas voces muy buenas, entonadas, acopladas, se escuchan y lo hacen a la perfección, individualmente tanto Larisa Ramos como Nerea Cordero son dos estrellas, tienen movimiento, expresión y se agarran a las escenas como si les fuera la vida, bien por ellas. Piñaki y Antonio se complementan como un dedo a un donuts, son actores diferentes pero tienen un perfil de teatro musical perfecto, lástima que sus números no tuvieran la fuerza esperada porque estoy seguro de que podrían dar mucho más. Para ellos cuatro este espectáculo se queda corto. Con todo, hay diez minutos glorisosos de música, coreografía, mímica y sentido y es cuando hacen picadillo a Hitler, ese siempre es un buen plan.