Y la luz brilla en las tinieblas


Igual que para Gordon Craig el poeta Walt Whitman se había convertido en el único profeta de su religión, para mí, durante mucho tiempo, Lev Tolstói, fue el santo y el maestro que guiaba cualquier tipo de actitud y decisión en mi vida. Su pensamiento complejo pero noble, de comunión con el pobre, de grandeza mediante el trabajo, de voluntad de progreso mediante la educación, de investigación ante las pasiones, y, junto a todo esto, de personalidad impredecible, me cautivaba y me agitaba como una pequeña barca entre grandes olas. Pero dejé de leerlo: un día ya pasé a otra cosa y se acabó. Hasta que hace unos meses me encontré no con una obra suya sino con la coda, el epílogo dramático que Stefan Zweig le coloca a una obra de teatro que el maestro ruso dejó inacabada: "Y la luz brilla en las tinieblas". Zweig en su libro "Momentos estelares de la humanidad" termina el drama autobiográfico de Tolstoi y pone en acción y diálogos las últimas semanas de vida del escritor ruso tal y como se conocen.

Era el año 1910, Tolstoi tenía 82 años y discutía cada vez más con su mujer, que se sentía celosa de todos y por todo -discípulos, campesinos, religión-. El matrimonio frustrado y vejatorio es un tema recurrente en su obra. Pero es tan curioso que todos estén humillados en esta historia. Tolstói finalmente huye y muere en su huida, en una estación ferroviaria. El hombre más famoso de Rusia, el conde, es escritor, el ermiaño, el soldado, el campesino, el intelectual, siempre atento a la obra y los impulsos de sus contemporáneos, aclamado en todo el mundo, murió junto a su hija Alexandra, un discípulo médico y el jefe de estación. Como todo en su vida y su obra, dramático y emocionante.
Y ahora, aunque parezca increíble, un video con todo esto y más.