Prólogo a "Historia de mi vida" de Antón Chéjov

Prohibido el autobombo, ya sé. Y además este libro no es de teatro, también. Pero, no hago esta entrada para hablar de la altísima calidad del relato de Chéjov "Historia de mi vida" -muy recomendable a pesar de la no muy bonita edición-, sino para dejar la primera parte del prólogo que hice a esta nueva versión de la editorial Paréntesis. Lo confieso, me desvié un poco del asunto del relato, forzando la flexibilidad de la rama, para contar -pero sólo en ese principio de prólogo- una anécdota sobre la aparición de la primera obra teatral del maestro ruso. Hay historias que se pasean por la cabeza como un corcho de cava, siempre dispuestas a salta con estrépito y descontroladamente, pues bien esta es una de esas. Y no pude evitarlo. Como disculpa os dejo al final tres ilustraciones maravillosas en relación al Teatro de Arte de Moscú.

PRÓLOGO

Invitación a un corazón ruso
El Teatro de Arte de Moscú tiene como emblema el dibujo simplificado de una gaviota con las alas extendidas; en el telón de boca del escenario, en sus programas de mano, la gaviota recuerda el éxito en su día y la devoción actual que se profesa al drama de Antón Chéjov. La historia tiene algunos recovecos pero simplificándola es esta: Vladimir Nemiróvich-Dánchenko, además del responsable de que, en sus últimos años de vida, el teatro de Chéjov encontrara el aplauso que le había sido negado hasta entonces, fue el amigo que lo alentó a escribir sus tres últimos dramas. Tío Vania, Las tres hermanas y El jardín de los cerezos seguramente no existirían sin él. Lo animó sin cesar desde su labor de director artístico y literario del Teatro de Arte de Moscú e incluso, el mismo año en el que La Gaviota fracasó rotundamente en su puesta en escena en San Petersburgo, era 1896, renunció a aceptar el premio Griboiédov por su drama El valor de la vida objetándole al jurado del premio que había elegido su obra como la mejor estrenada ese año, que aquel galardón debía ser para La Gaviota. “He ahí el auténtico orgullo de nuestro teatro –escribía Nemiróvich–. Todavía no lo entienden, pero pronto lo entenderán todos”. Dos años después, La Gaviota triunfó en El Teatro de Arte de Moscú.
Este tipo de actitud, orgullosa y desprendida, radical y justa, que nace de una olvidada dignidad humana, la entendemos y vinculamos, gracias a un puñado de escritores rusos, de Gogol a Tólstoi, con la Rusia anterior a la revolución. Lógicamente esto es un mito alimentado por el genio, pero el corazón siempre pertenece a una tierra y el corazón ruso, sea cual sea la nacionalidad del que lo posea, tiene a veces este tipo de posturas inquebrantables de amor a la justicia que tenía Nemiróvich-Dánchenko. Recuerdo, en Guerra y paz –es inevitable nombrar ya a Tólstoi y más si vamos a hablar de Historia de mi vida–, la réplica que un soldado francés, perteneciente al estado mayor del general Kutúzov, da a alguien que cuestionaba su lealtad ante la invasión napoleónica: “soy francés pero mi corazón es ruso”. Chéjov entendía y luchó toda su vida por este tipo de justicias que aspiraban a la creación de un hombre y un mundo mejor: ayudó a la construcción de escuelas y hospitales, atendió desinteresadamente a miles de tuberculosos y campesinos que perdían sus cosechas, fue un incansable edificador de felicidad y bondad para los que lo rodeaban. Esta actitud, que nos recuerda de nuevo a la que Tólstoi y otros intelectuales rusos pedían tanto en la vida como en el arte, la transmitió a muchos de sus personajes, pero lo hizo de una manera original, distanciándose de los maestros que lo precedieron, y entendiendo que el choque con la realidad de sus personajes los convertían, a pesar de los diferentes programas ideológicos o morales que poseyeran, en perdedores e inútiles, hombres y mujeres capaces de arruinar sus propias vidas y la de la gente que los rodeaba.
(...)
En este enlace os dejo el prólogo completo, ay.

Y ahora las ilustraciones:

Este es Nemiróvich-Dánchenko

Nemirovich

Acto I de Tío Vania en el Teatro artístico de Moscú , 1899. De izq a derecha: Artem (Telegin), Lilina (Sonya), Raevskaya (Maria Voynitsky), Stanislavsky (Astrov), Olga Knipper (Elena), Vishnevsky (Voynitsky)

Uncle Vanya MAT

Y una de las fotografías más emocionantes de la historia del teatro, A. Chéjov leyendo "La Gaviota" al elenco del Teatro artístico de Moscú. A la derecha de Chéjov, Stanislavski sentado, y junto a él, Olga Knipper. La mujer de Stanislavski, Maria Liliana, sentada a la izquierda de Chéjov. Sentado en el extremo derecho de la fotografía, Vsevolod Meyerhold; y Vladimir Nemirovich-Danchenko es el primero por la izquierda.

Anton Chekhov reads The Seagull