El arte de la comedia en el Teatro Central

Este es el primer espectáculo que veo de La Abadía. No sé cuántas veces habrá venido esta compañía, que cumple ahora 15 años, a Sevilla, no sé si han venido alguna vez pero bueno, ayer me fui al Central a ver "El arte de la comedia", una obra que el napolitano Eduardo de Filippo escribió en 1964. "El arte de la comedia" es un cuento largo, con un bueno, un malo, algo de denuncia, una realidad superada por el poder de la imaginación y algunas gotas de humor, ternura y enseñanza. La gran pregunta es si es un buen cuento. Y yo creo que sí: un buen cuento largo pretendidamente (o inevitablemente) antiguo. Un producto ligero, también, con arquetipos claros y que a la larga se entrega al juguete cómico. Todo un oficio el de Filippo.
El texto se divide en un prólogo y dos actos. El prólogo es este primer vídeo: un maravilloso documento en el que de Filippo interpreta a Oreste Campese, nuestro héroe, director de una compañía de cómicos al que se le ha quemado la carpa donde actuaban:



Todo de lo que habla Campese, seguramente lo vivió de Filippo, que nació en una compañía de teatro y debutó en los escenarios a los cuatro años. Así que no es extraño que antes o después escribiera una obra como "El arte de la comedia", un homenaje sincero, melancólico y algo maniqueo a un tiempo y unas generaciones de cómicos hoy desaparecidos.
El montaje de Carles Alfaro -que ha dirigido también para La Abadía "El portero" de Pinter, "Las sillas" de Ionesco o "La caída" de Camus, entre otros espectáculos-, es absolutamente conservador. No hay mucha diferencia entre el montaje que acabamos de ver y este otro, creo yo.



La comedia, claro, trabaja en dos niveles, uno el político donde se plantea la utilidad del teatro, la función de los actores en el entramado de las otras funciones ciudadanas, o sea, el médico, el cura, la maestra, el boticario, etc. Y dos, el divertido enredo que se plantea. La trama es sencilla: el director de la compañía de cómicos, después de haber sido expulsado de la presencia de un gobernador recién llegado al pueblo, le amenaza con que sus actores suplantaran a las personalidades del pueblo que debe recibir en sus primeros días de gobernación. A partir de ahí, con cada nueva visita el gobernador desconfiará y dará por falsos, por este orden, al médico del pueblo, al cura, a la maestra, al boticario. En fin, un buen entretenimiento a la antigua con un elenco perfectamente compenetrado, buenas coreografías y claridad de ideas.